
Los vientos alisios secos y racheados de Santa Ana han afectado a la situación de los incendios en la región de Los Ángeles durante generaciones
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Los recientes incendios forestales en Los Ángeles se han visto agravados significativamente por la combinación de las prolongadas condiciones de sequía y los potentes vientos de Santa Ana.
La región ha experimentado un largo periodo sin precipitaciones apreciables, lo que ha provocado una vegetación extremadamente seca. Esta vegetación desecada sirve de combustible altamente inflamable para los incendios. Los vientos de Santa Ana, caracterizados por su sequedad y gran velocidad, agravan aún más la situación al eliminar la humedad adicional de la vegetación ya reseca, haciéndola aún más susceptible a la ignición. Además, estos vientos pueden transportar brasas a distancias considerables, encendiendo nuevos incendios y provocando la rápida propagación de los ya existentes.
La combinación de estos factores ha provocado varios incendios devastadores en la zona. Por ejemplo, el Palisades Fire, que comenzó el 7 de enero de 2025, ha quemado más de 21.000 acres, lo que lo convierte en el incendio más destructivo de la historia del condado de Los Ángeles. Del mismo modo, el incendio Eaton, que también se declaró el 7 de enero, ha provocado importantes pérdidas humanas y materiales.
Los vientos de Santa Ana, conocidos por su naturaleza cálida, seca y racheada, han desempeñado históricamente un papel importante en la actividad de los incendios forestales del sur de California. Estos vientos fuertes y secos se originan en sistemas de alta presión sobre la Gran Cuenca y fluyen hacia la costa, alcanzando a menudo velocidades cercanas a las de un huracán.
Su baja humedad y alta velocidad resecan la vegetación, creando las condiciones ideales para que los incendios forestales prendan y se propaguen rápidamente.
Otros incidentes notables incluyen el Cedar Fire de 2003, el Witch Creek Fire de 2007 y el Thomas Fire de 2017, cada uno de los cuales causó destrucción y pérdidas generalizadas. La estacionalidad de los vientos, normalmente en otoño, suele coincidir con los meses más secos de la región, lo que agrava el riesgo de incendios y dificulta las labores de extinción.
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